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Boicot canadiense castiga a ciudades fronterizas de EU

Las tensiones entre Canadá y Estados Unidos por culpa de Trump vacían las calles de Point Roberts. Sin turismo ni ventas, el pueblo se siente abandonado… o listo para cambiar de bandera.

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Canadá y EU Desde que el presidente Donald Trump dijo que quería convertir a Canadá en un estado de EU con “fuerza económica”, los canadienses han boicoteado a Estados Unidos. (Alana Paterson)

El boicot canadiense a los productos de Estados Unidos ha hecho mella en la economía de las barras y las estrellas. Las reservas de vuelos desde Canadá a su vecino del sur han disminuido significativamente con respecto al año pasado, y el último informe de la Reserva Federal sobre la economía estadounidense reveló una disminución generalizada del gasto canadiense.

Pero pocos lugares en Estados Unidos están sufriendo más que las ciudades fronterizas del estado de Washington, donde las economías locales dependen casi por completo del vecino del norte. “No sobrevivimos sin Canadá, simplemente no podemos”, admitió Ali Hayton, propietaria del principal supermercado del pueblo de Point Roberts, Washington, en una mesa redonda sobre la crisis económica el 24 de abril.

A menos de 32 kilómetros al sur de Vancouver, Point Roberts se encuentra enclavado en el extremo sur de una península atravesada por el paralelo 49, que la separa del resto de Estados Unidos. A menos que vayas en barco o avión, la única forma de entrar o salir es a través de Canadá. Muchos de los negocios de Point Roberts pertenecen a ciudadanos con doble nacionalidad (estadounidense y canadiense) y su clientela es casi exclusivamente gente que viaja desde los suburbios densamente poblados de Vancouver.

Los canadienses ahora evitan ir a Point Roberts, lo que ha sumido a la localidad en una depresión económica. Las ventas de Hayton han bajado un 30 por ciento respecto al año anterior, y ha tenido que recortar los pedidos de stock y bajar el tipo de cambio de su tienda para atraer a los canadienses. Dice que le preocupa que no sea suficiente para mantener a sus 17 empleados en nómina, señalando que el 80 por ciento de su negocio proviene de canadienses que visitan el pueblo durante los meses de verano.

Cuando los residentes de Columbia Británica necesitan un producto que no se envía a Canadá, pueden elegir como destinatario un punto de recogida en una localidad estadounidense fronteriza y luego ir por el paquete en coche. Aunque Point Roberts tiene menos de mil 300 habitantes, cuenta con varios servicios de este tipo debido a su proximidad con Vancouver. A la fecha, uno de esos locales ya ha cerrado luego de que su negocio registró una caída del 75 por ciento en marzo respecto al mismo periodo del año pasado debido al boicot de los canadienses ante las amenazas del presidente Donald Trump.

La situación que hoy se vive es peor que cuando se cerró la frontera por la pandemia, dicen muchos residentes de Point Roberts, porque esta vez no hay ayuda gubernamental. Tamra Hansen, ciudadana con doble nacionalidad y originaria de Kelowna, Columbia Británica, afirma que el futuro de los dos restaurantes que dirige en Point Roberts corre peligro. “Es como un pueblo minero”, explica. “¿Cuando la mina cierra, qué pasa con ese pueblo?”

Otra atracción de Point Roberts, el Rubber Duck Museum, un museo dedicado al pato de hule, se mudará justo al otro lado de la frontera, al pueblo canadiense de Tsawwassen. La decisión se tomó por la caída del turismo y porque la mayoría de los patitos de goma que se venden en la tienda provienen de China y estarían sujetos a aranceles estadounidenses que habrían triplicado su precio, refiere el copropietario Neil King.

A 12 kilómetros al este, en Blaine, Washington, se encuentra el Arco de la Paz, una estructura de 20 metros que marca simbólicamente el tercer cruce fronterizo más transitado entre Estados Unidos y Canadá. “Hijos de una madre común. Hermanos que viven juntos en unidad. Que estas puertas nunca se cierren”, reza su inscripción. La puerta está abierta, pero el tráfico canadiense en dirección sur durante las dos primeras semanas de abril disminuyó un 52 por ciento con respecto a 2024.

Esta caída es más pronunciada que las disminuciones registradas en los cruces fronterizos con gran movilidad de personas y mercancías que conectan partes de Ontario con Michigan y Nueva York. Los viajes por la Costa Oeste “suelen ser mucho más discrecionales”, escribió en un correo Laurie Trautman, directora del Border Policy Research Institute, adscrito a la Universidad Western Washington. “Por esa razón, nuestra región [la Costa Oeste] es mucho más susceptible a un ‘shock fronterizo’ como el que vimos durante la pandemia de COVID-19 y ahora con las tensiones en las relaciones entre Canadá y Estados Unidos”.

Ante el desplome de la actividad económica, la alcaldesa de Blaine, Mary Lou Steward, indica que la disminución de los ingresos del impuesto sobre las ventas, que sustenta el presupuesto municipal, podría acarrear despidos en el personal del ayuntamiento. Uno de los concejales ya ha perdido su trabajo en un local de recogida de paquetes, añade.

Los canadienses han boicoteado a Estados Unidos tras las reiteradas afirmaciones de Trump de que su país debería ser un estado estadounidense y la amenaza de usar la “fuerza económica” para lograr esa anexión como parte de su cruzada arancelaria mundial. Una importante fábrica automotriz en Ontario recortó empleos a principios de mayo, lo que aumentó la ansiedad por la posible pérdida de empleos en todo Canadá.

El jefe de gobierno de la provincia de Columbia Británica, David Eby, ha exhortado abiertamente a los canadienses a cancelar sus viajes a Estados Unidos, comprar productos canadienses y hacer sentir su ausencia, para asegurarse de que “los estadounidenses entiendan lo enojados que estamos”, declaró en una conferencia de prensa en marzo, donde anunció una propuesta de ley que le otorgaría a la provincia la facultad de cobrar aranceles a los camiones que pasan por Canadá rumbo a Alaska.

Otros factores han exacerbado los efectos del boicot. En marzo, el primer ministro canadiense Mark Carney eliminó un impuesto sobre el carbono al consumidor final luego de que el estado de Washington aumentara el suyo. Esto ha debilitado cualquier incentivo que aún tuvieran los canadienses para conducir a ese estado para comprar gasolina barata y quizás parar en alguna tienda durante el viaje.

Y mientras los boicots de los consumidores afectan a las ciudades fronterizas de Washington, los aranceles de represalia impuestos por Canadá sobre los productos estadounidenses están perjudicando de una manera más amplia, advierte Naomi Savin, portavoz de la senadora demócrata por el estado de Washington Patty Murray. De los estados de la Unión Americana, Washington tiene una de las economías más dependientes del comercio, con el 40 por ciento de los empleos vinculados al comercio internacional. Como el mayor productor nacional de manzanas, arándanos, lúpulo, peras y cerezas dulces, el estado corre el riesgo de perder mercados de exportación vitales a causa de las guerras comerciales con socios como Canadá, afirma Savin.

Los pocos canadienses que han seguido viajando al sur (algunos buscan los productos lácteos de la cremería Edaleen en Blaine o de las granjas lecheras en Tillamook, Oregón) han resentido los aranceles retaliativos de Canadá. “He tenido varios clientes que vinieron a comprar comestibles por valor de 200 dólares, cuando llegaron a la frontera un guardia canadiense les dijo: ‘Bueno, acabas de gastar 200 dólares, así que nos debes 50 dólares’”, cuenta Hayton, la propietaria del supermercado, refiriéndose al arancel del 25 por ciento sobre algunos productos estadounidenses. “Así que regresan y quieren devolver todos sus comestibles”.

Otros canadienses que planeaban viajar cancelaron sus planes tras enterarse en las noticias que agentes fronterizos estadounidenses detienen a viajeros por razones menores y registran sus dispositivos personales en el marco de la política de seguridad fronteriza de la administración Trump.

Gurdeep “Zeal” Bains, un empresario que se mudó a Blaine hace seis años después de vivir 15 años en Surrey, Columbia Británica, dice que su familia ha sido víctima de las tensiones binacionales. Su coche tiene placas de Washington, y su hija juega en un equipo de baloncesto en Surrey, cuando la lleva a los partidos algunos lugareños le han dicho que se regresen a Estados Unidos. “La gente no debería tener miedo de conducir por las carreteras de ninguno de los dos países”, afirma.

Como muestra de buena voluntad, Brian Calder, cuya familia se mudó a la zona de Point Roberts en la década de 1890, creó una calcomanía para automóviles con la frase “¡Point Roberts, Washington, apoya a Canadá!”, y dice haber vendido 300. En febrero, Calder le escribió a Eby, el primer ministro de Columbia Británica, para solicitar una exención arancelaria de Canadá. Ya hay un antecedente: la isla de Campobello, frente a la costa este de Canadá, se ha beneficiado de una exención especial de esos aranceles debido a su similar dependencia de Estados Unidos. Calder nunca recibió respuesta de Eby, quien tampoco respondió a la solicitud de comentarios de Bloomberg Businessweek.

Muchos residentes de Point Roberts dicen sentirse olvidados por las autoridades del estado y del condado, que no han invertido en la comunidad en años. A pesar de que Trump habla de anexar Canadá, algunos residentes estadounidenses preferirían lo contrario, que Point Roberts pase a ser de Canadá, dice Hayton. “Creo que la mayoría de la gente en Point Roberts realmente siente que la han abandonado a su suerte”.

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